sábado, marzo 21

EL ESTADO Y LA FAMILIA COMO FORMADORES DEL DELINCUENTE

Por Lic. Teresa Morales
La delincuencia, es un problema que afecta a todas las sociedades y pareciera que hasta ahora, no se ha logrado prevenir, disminuir o erradicar, por el contrario, hay una percepción generalizada de que va en aumento.

Esta sensación de vivir, en tiempos cada vez más violentos, se ha arraigado tanto en nuestra ideología, que ya no se la cuestiona, se le da por un hecho, sin reflexionar que la realidad, se construye de pequeñas conductas individuales, donde encuentra explicación causal todo fenómeno social, por tanto, entender tales conductas, permite tener elementos para enfrentar mejor esta problemática.

Buscar una explicación para la delincuencia, requiere determinar sus orígenes, manifestaciones y consecuencias, explorando las causas subyacentes, que le permiten existir, no sólo en las condiciones socioeconómicas de quien delinque, sino en los factores que facilitan su aparición, desarrollo y permanencia y en los sectores sociales interesados en que las “cosas cambien, para seguir igual”.

Es necesario analizar el efecto de las instituciones sociales, jurídicas, educativas, ideológicas, etc., considerando que hay factores subjetivos, en cada una de ellas, que pueden propiciar conductas delictivas, desde la apatía de quienes culpan al Estado (desplazando su responsabilidad), la ignorancia de los que culpan a las minorías (indigentes, pobres, etc.), la conformidad de los que culpan a Dios, a las crisis, los que se resignan ante la inseguridad y los que omiten su responsabilidad aún en sus propiedades (los que exigen que papa-Gobierno sea quien los defienda y ellos sólo se dejan cuidar), etc.

Creo que para identificar, explicar y comprender el problema delictivo, se requiere una visión interdisciplinaria, para analizar, explicar y comprender el comportamiento y la conducta, desde su formación hasta su manifestación, pues como bien señala Cáceres:

“Las restricciones epistemológicas impuestas por el normativismo positivista, paradigma en el que somos socializados los juristas, impiden que podamos percibir, identificar, explicar, comprender y manipular los procesos mediante los cuales el derecho incide en la realidad social”[2]

A manera de ejemplo, de lo difícil que sería abordar esta problemática desde una sola perspectiva, deseamos analizar un comportamiento típico:

Un ladrón se acerca y nos pide la cartera, lo más probable es que asumamos una actitud sumisa, que de enfrentamiento o resistencia (los “expertos” dicen que es de sentido común no oponerse), le damos lo que pide, aunque venga desarmado, y aparte de la impotencia que experimentamos, muy probablemente pensemos que no todo es su culpa (diremos que lo hace porque es pobre, adicto, callejero, desempleado, etc.), que la culpa es del Gobierno por no tener suficientes policías, que fue Dios para castigarnos, tal vez, aunque más difícilmente, diremos que se debe a nuestra incapacidad para defendernos, etc.

Haciendo un análisis interdisciplinario superficial, encontramos que:

1. Un ladrón se acerca y nos pide la cartera (un sujeto está violando una norma jurídica y transgrediendo un derecho y una garantía otorgada por el Estado: la de seguridad, además manifiesta una conducta social desviada)
2. Es más probable que asumamos una actitud de sumisión (dejamos que el delincuente nos intimide, no arriesgamos nuestra integridad física)
3. No asumimos un actitud de enfrentamiento o resistencia (porque sabemos que el Estado no va a llegar en el momento a auxiliarnos, que tal vez somos más débiles que el delincuente, nos han dicho que nos no opongamos, etc.)
4. Le damos lo que pide (cooperamos con el, para que no nos agreda, porque vivimos en un estado de indefensión “creado”)
5. Aunque venga desarmado (tenemos un temor instintivo y tan condicionado que no oponemos ningún mecanismo de defensa –huir o atacar-)
6. Experimentamos impotencia (que a su vez se transforma en frustración y en sentimientos de culpa y en recriminaciones para con nosotros mismos)

Dejemos el análisis hasta aquí, lo que quería resaltar es que difícilmente una sola disciplina tiene la respuesta a todos los factores intrínsecos y extrínsecos del problema delictivo.

Otro aspecto que puedo evidenciar es ¿cómo los ciudadanos están perdiendo autonomía, manifestando una negación de su libertad, en la búsqueda de un Estado-paraíso, donde nadie es responsable de sus acciones? y tácitamente aceptan que se les diga:

“Yo [Estado] me ocupo de todo, tu [ciudadano] sólo tienes que obedecerme, para que todo funcione bien, si hay una crisis yo crearé una demanda artificial para reanimar la economía; si aumenta la delincuencia, no te defiendas, yo la combatiré, en fin; sólo tienes que actuar como robot, no pienses, no actúes sin mí consentimiento, yo te adoctrinaré con mis leyes, monopolios mediáticos, iglesias y escuelas; tu deber es ser dócil y mantenerme”.[3]*

Así como un programador de computadoras, crea un software a la medida, el Estado lo hace con el gobernado, lo parametriza, le dicta normas, le prohíbe todo, vuelve al ser humano (libre en esencia), un sujeto, un incapaz que debe ser tutelado, que ya no sabe como actuar ante una situación no esperada.

El individuo pierde autonomía, libertad e independencia. Estos principios y valores deben reivindicarse como ideales del Derecho y no como discurso político. Ante la delincuencia, nadie sabe como actuar, no tiene elección (eso ha aprendido); cree que solo el Estado puede defenderlo y cuando éste le falla, y no pocas veces ocurre, entonces reclama un Estado más poderoso.

Se busca en el Estado, un padre protector, que dé soluciones, que a veces, lejos de resolver la situación, la empeoran, pues éste responde creando políticas, instituciones o leyes emergentes, sin haber previsto sus alcances, consecuencias o limites, originando nuevos problemas, que se heredan al siguiente Gobierno.

Habermas criticó el carácter mesiánico del Estado comunista, por pretender controlarlo todo, en lo personal, critico la “misión domesticadora” del Estado mexicano, que busca la aceptación de su omnipotencia, que se reduce a que:

“…el Estado se convierta, pues, de mero factum de potestad, en Estado de Derecho, que se justifica porque elabora el Derecho…”[4].

Rechazo que el Estado se autolegitime, dictando normas que modelen la conducta del individuo, utilizando el control social, a través de los medios que tiene a su alcance (leyes, propagandas, planes de estudio, etc.), sin haber antes implementado estrategias eficaces para lograr el desarrollo armónico del individuo y políticas públicas que prevengan la aparición de conductas delictivas.

Hasta ahora ningún Plan Nacional de Desarrollo ha perdurado lo suficiente para obtener resultados concretos, sus instituciones son rebasadas y las leyes son de carácter remedial más que previsor y que parecen producirse al vapor, sin analizar antes sus efectos a corto, mediano y largo plazo.

Paradójicamente, cuando se crea una nueva ley, ésta nace imperfecta (no contempla sanciones, no se pueden aplicar, etc.) o inválida (porque contraviene algún principio constitucional), por tanto, ineficaz. Una nueva institución requiere erogaciones no presupuestadas y una nueva política pública, que no es ensayada, antes de ser puesta en práctica, no garantiza resultados.

El Estado se autojustifica, creando estereotipos del delincuente, centra la atención sobre marginados, vagos, narcotraficantes, etc. y su solución es enviar a prisión a la mayor cantidad de delincuentes posible, sin preocuparse de que sean rehabilitados ni propiciar políticas de reinserción en la vida social, pues las condiciones en que abandonan la cárcel, una vez purgada su sentencia, (si es que pisan la cárcel o pueden salir de ella) no son las óptimas.

Se nos vende la ilusión de que vivimos en un Estado de Derecho, que lucha por una sociedad moderna e igualitaria, sin considerar que el Estado al erigirse en nuestro protector, “al cuidarnos de los malos y meterlos a la cárcel”, está omitiendo una función más que esencial: PREVENIR, pues no evita que se cometan delitos, no evita la formación de delincuentes y tampoco los rehabilita, para evitar que vuelvan a delinquir.

El Estado debe realizar funciones de prevención, para cumplir con la garantía de seguridad, a que está obligado. La prevención es una de sus atribuciones, por su función administrativa.

Urge un cambio radical en la política social, que no parta del viejo modelo del control social, pues para que la sociedad “funcione”, se debe educar, formar e informar, más que cuidar, modelar y tutelar al gobernado.

Para tener “hombres de bien”, no basta con brindarles hipotéticamente derechos de alimentación, vivienda, educación, se debe buscar la formación integral, una socialización conciente; se debe rescatar la motivación personal, generar nuevas pautas de conducta, sin esperar sumisión, conformidad y obediencia, se debe modificar la relación Estado-individuo.

“… La separación entre individuo y sociedad, en virtud de la cual el individuo acepta los límites prefijados a su conducta (por control social), es relativizada en la teoría crítica, que concibe la acción conjunta de las conductas aisladas, como una función que puede estar subordinada también a la decisión planificada, a la persecución racional de fines”.[5]

Mientras que el Estado, se conforme con vendernos la idea de que tiene un “adecuado control social” y sus ideólogos insistan en que los fines estatales son la justicia, el bien común y el desarrollo armónico de los gobernados, garantizando su educación, salud, bienestar, etc., que les permita alcanzar su máximo potencial en un ambiente socialmente sano, y no aclaren ¿cómo y con qué, se van a lograr todos esos fines?, que son indudablemente necesarios pero inequitativamente otorgados, lo que se aprecia es que, aunque para la ley, todos somos iguales, hay unos mas iguales que otros (como dice G. Orwell en su Rebelión en la granja).

Respecto a la finalidad del Estado, Serra Rojas, señala que:

“…debemos distinguir dos posiciones… la que podemos asumir concibiendo a un hombre, a una sociedad, a un Estado y a un derecho, idealizados y la que corresponde a la realidad. En la especulación sobre los fines del Derecho y del Estado es posible admitir que son la felicidad del hombre en su ser individual y en su ser colectivo.”[6]

Nada más alejado de la verdad. Como veremos en el capitulo tres, lo que tenemos son programas y políticas públicas que no encuadran con la realidad, las medidas de prevención son poco o nada eficaces, va en aumento el desempleo, la inseguridad, la desintegración y violencia familiar, las adicciones, el bajo aprovechamiento, la deserción escolar y un largo etcétera y las consecuencias nocivas de este descuido estatal son crecientes y provocan problemas cada vez más graves. Vemos surgir medidas paliativas, que se traducen en:

- Más delincuentes en la calle (porque la conducta delictiva no es prevenida ni castigada adecuadamente, cuando ya ocurrió –solo unos cuantos, van a dar a la cárcel y no siempre son los culpables o los que nunca pisarán la cárcel, gracias a sus influencias-, tampoco se les “rehabilita”, pues no se evita que vuelvan a delinquir y menos si salen de prisión con la etiqueta de exconvictos, que les dificulta su reinserción en la vida social), y

- Menos delincuentes en la cárcel, (porque, aunque es el medio de control social más socorrido, también es el menos eficaz, gracias a la corrupción de las autoridades), sin contar que hay gente que está en prisión, aún siendo inocente, (porque es ignorante, no tuvo para pagar la fianza o un abogado).

La delincuencia se torna un círculo vicioso, donde se desplaza la culpa del Estado al gobernado y viceversa, considero que SI, HAY RESPONSABLES: El Estado y los padres de familia y como todo responsable, deben responder por las acciones u omisiones, que afectan la conducta de los menores de edad, cuando éstas pueden derivar en actos delictivos, si no se corrigen o previenen a tiempo.

Me surgen una serie de interrogantes que no han encontrado respuesta satisfactoria en el ámbito disciplinario, por lo que mi único afán es analizar si el Estado cumple su papel de garante de la institución familiar y del desarrollo armónico e integral del individuo y si con la creación de leyes, instituciones o políticas públicas se puede solucionar el problema delictivo o se previene una conducta desviada.

Si existe responsabilidad de los padres de familia en el incremento de la delincuencia, ¿qué sucede cuando omiten cumplir sus obligaciones?, pues son ellos los encargados de criar a sus hijos, cuidarlos, enviarlos a la escuela, para que en “familia” (junto con los amigos, la Iglesia, etc., los ayuden a desarrollarse integralmente).

Se me podría acusar de querer fincar responsabilidad penal o civil a los padres, por estar demasiado ocupados, llevando comida a sus hogares, como para ocuparse de la crianza de sus hijos, tal vez, pero ¿acaso no fueron esos padres los que decidieron libre y responsablemente el número de hijos que querían tener? y ¿los que debieron prever las consecuencias de su paternidad y la responsabilidad que ésta conlleva? ¿qué sucede en el seno familiar, cuando son los padres los que atentan contra la integridad de sus hijos, cometiendo delitos contra éstos o adoptando conductas delictivas que pueden imitar? y ¿cuándo omiten cumplir con las obligaciones que la ley les impone?

El Estado y los padres de familia, coinciden en que la solución es crear leyes, que controlen cada acción, que haya más policías e instituciones improductivas, vigilando a la sociedad, pero insistimos, ¿una ley, institución o política, puede cumplir con todas las funciones que se le confieren?

Me parece que, si existe responsabilidad del Estado y de los padres, por la formación del delincuente, porque incumplen con el cuidado, educación y crianza de los niños, y no brindan modelos conductuales correctos lo que repercute en la conducta de los hijos.


[2] Cáceres Nieto, Jorge, Psicología y constructivismo jurídico: Apuntes para una transición paradigmática interdisciplinaria, México, Instituto de Investigaciones Jurídicas, UNAM.
[3] Muidock, A., Para la clasificación de los datos culturales, México, Ed. Aguilar, 2003, pág. 143 *Los corchetes son míos.
[4] Kelsen, Hans, Teoría pura del Derecho, México, Ed. Nacional, 1982, Pág. 156
[5] Horkheimer, Max, Teoría critica, Buenos Aires, Ed. Amorrortu, 1974, pp. 239
[6] Serra Rojas, Andrés, Teoría del Estado, México, Ed. Porrúa, 2000, pág. 76

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Maestra, esta vez creo que tienes toda la razón, los padres dformamos muchas veces el sentido de crianza, con el de solapamiento y concesiones a los hijos porque nos sentimos culpables por dejarlos solos tanto tiempo, que queremos compensarles con dinero, cosas o consentimiento excesivo esas ausencias del hogar.

Lo que no entiendo es como se pude hacer responsable al Estado, me gustaría saber si es en el sentido de la propuesta del Verde Ecologista, con eso de que eres grilla, no sé ahora de que lado estás.

Rol

Anónimo dijo...

Tere, creo que lo que argumentas debe ir respaldado por una poítica pública, que permita a los niños criarse en un ambiente de estabilidad y bienestar, que además facilite los servicios adecuados a las familias que necesiten asistencia para resolver situaciones de inestabilidad o conflicto, pero sobre todo deberá prestarse especial atención a los niños de familias afectadas por problemas creados por cambios económicos, sociales y culturales rápidos y desiguales, que pueden perturbar la capacidad social de la familia para asegurar la educación y crianza tradicionales de los hijos.

Coincido en que si el gobierno no es capaz de adoptar medidas y programas para dar a las familias la oportunidad de aprender las funciones y obligaciones de los padres en relación con el desarrollo y el cuidado de los hijos, para lo cual, se fomentarán relaciones positivas entre padres e hijos se debe insistir en la función socializadora de la familia.

Una de las ventajas que encuentro en los talleres que me enviaste es que señalas la importacnia de la interacción y coordinación con carácter multidisciplinario e intradisciplinario, de los organismos y servicios económicos, sociales, educativos y de salud con el sistema de justicia, los organismos dedicados a los jóvenes, a la comunidad y al desarrollo y otras instituciones pertinentes.

Felicidades por este espacio y espero en breve me hagas legar los otros talleres.

Dr. Rómulo Mijangos Yong

Anónimo dijo...

Tere, como sé que estamos en la misma sintonía te quiero compartir lo que escribió el popular juez de menores, Emilio Calatayud, conocido por sus sentencias educativas y orientadoras, que el llama 'Decálogo para formar un delincuente':

1. Comience desde la infancia dando a su hijo todo lo que pida. Así crecerá convencido de que el mundo entero le pertenece.

2. No se preocupe por su educación ética o espiritual. Espere a que alcance la mayoría de edad para que pueda decidir libremente.

3. Cuando diga palabrotas, ríaselas. Esto lo animará a hacer cosas más graciosas.

4. No le regañe ni le diga que está mal algo de lo que hace. Podría crearle complejos de culpabilidad.

5. Recoja todo lo que él deja tirado: libros, zapatos, ropa, juguetes. Así se acostumbrará a cargar la responsabilidad sobre los demás.

6. Déjele leer todo lo que caiga en sus manos. Cuide de que sus platos, cubiertos y vasos estén esterilizados, pero no de que su mente se llene de basura.

7. Riña a menudo con su cónyuge en presencia del niño, así a él no le dolerá demasiado el día en que la familia, quizá por su propia conducta, quede destrozada para siempre.

8. Déle todo el dinero que quiera gastar. No vaya a sospechar que para disponer del mismo es necesario trabajar.

9. Satisfaga todos sus deseos, apetitos, comodidades y placeres. El sacrificio y la austeridad podrían producirle frustraciones.

10. Póngase de su parte en cualquier conflicto que tenga con sus profesores y vecinos. Piense que todos ellos tienen prejuicios contra su hijo y que de verdad quieren fastidiarlo.

Termina diciendo: “Y cuando su hijo sea ya un delincuente, proclamad que nunca pudisteis hacer nada por él”.

Tarde o temprano lo que has escrito tendrá oidos que quieran escucharte, no te desesperes.

Juan Manuel Macías

Ernesto Tovar dijo...

Lic. Teresa, respetuosamente no coincido totalmente con sus tesis propuestas, si son corresponsables los padres y el Estado de la conducta de sus hijos -los primeros- y sus ciudadanos -los segundos- còmo un jefe o jefa de familia puede hacerse responsable cuando trabaja de 12 a 15 horas de trabajo (contemplando que el trayecto a su lugar de labor es parte de ese tiempo invertido laboral), cuànto tiempo tiene para invertir en la educaciòn de sus progenie, luego entonces ¿quièn educa?, como dirìa el maestro Jorge Saldaña, es la televisiòn, el infante pasa màs horas enfrente de la televisiòn que en un pupitre o en relaciones intrafamiliares. (La diferencia de educaciòn e instrucciòn es sustancialmente diversa, el principal educador debe ser la familia; y la escuela -donde el papel del Estado evidentemente influye- instruye, no educa, dando herramientas para adquirir conocimientos).

La desiciòn de un Estado neoliberal provoca, sin lugar a dudas, la desintegraciòn familiar y, por ende, de la sociedad. Verbigracia, las maquiladoras instaladas en el norte del paìs que el Estado con su espiritu neoliberal permite las alargadas horas de trabajo en las empresas transnacionales (que de inversiòn directa no tienen nada) ofreciendo las condiciones para una desintegración total del nùcleo de la sociedad, a saber, la familia. En contraparte, si se respetarà el marco jurìdico (y adquiere, a parte de su elemento de validez, el de efectividad), entonces la piramide delincuencial se reinvierte, los delincuentes serìan casos verdaderamente excepcionales y no la regla general. Hoy en dìa el joven mexicano sòlo tiene tres alternativas: el exilio en EU, el narcotràfico y la càrcel.

Pero, si el Estado falla en su aspiraciòn de bienestar social (Estado benefactor) y se sustituye por otras aspiraciones (Estado neoliberal) no podemos decir que los padres son corresponsables porque por necesidad no tienen las condiciones para cumplir con su parte (tiempo, recursos econòmicos, educaciòn, etc.), es el Estado, como aglutinaciòn de las relaciones de los individuos, quien debe dar las condiciones indispensables para el desarrollo humano. En el plano objetivo la responsabilidad plena es del Estado; en el plano subjetivo, y siempre que el Estado haya otorgado las condiciones, serà la familia

Tambièn, aprovecho el momento para señalar, desde una perspectiva jurìdica, en no compartir su opinión sobre lo que Usted afirma que el Estado se autolegitima. El principal argumento en contra –reitero, con todo respeto- de su opinión es el Congreso Constituyente, este concepto jurìdico consiste, brevemente, en la unificación de todas las demandas de la población; un movimiento revolucionario asume el poder por la fuerza pero para que permanezca se tiene que legitimizar atendiendo la opinión popular, satisfaciendo las necesidades sociales, pues de no hacerlo tendrìa un poder muy precario a travès de la fuerza. Asì, la legitimación del Estado proviene de un marco jurìdico fundamental convocado por el grupo que ganò la contienda pero que se legitimo cumpliendo con las necesidades sociales de toda la población. El Estado no es un realidad a parte, es la suma de todas las relaciones sociales, es la representación jurìdica de una naciòn, por tanto, una ficciòn jurìdica. Las leyes secundarias pueden contravenir al Pacto Polìtico Fundamental y su desaparición puede ser de oficio o por acciòn (juicio de amparo) deducida por los particulares, èsto serìa un accidente; sin embargo, la regla general es la adecuaciòn y el pragmatismo del ordenamiento secundario en los preceptos sustantivos de la Constitución cuyo origen fue un movimiento social (violento o pacìfico) con legìtimas demandas, confiriendo al Estado su conformaciòn y su legitimación. Actualmente, observamos que el àmbito social Carta Magna no tiene efectividad, es valido porque proviene de un Congreso Constituyente y no ha sido eliminado de la vida jurìdica, a pesar de su validez no es llevado a cabo en la realidad e, incluso, por esta ideología neoliberal se propone su desaparición. El análisis sucinto del tema del Congreso Constituyente, es, sin duda, una visiòn sociològica que trasciende el iuspositivismo, no obstante, debemos admitir esta visiòn sociològica solamente es un aspecto de abordar a los productos jurìdicos, aunque el positivismo la enuncia como un factor metajurìdico, inconcientemente, no lo aisla o separa de lo jurìdico.

Agradezco la creación de estos espacios de discusión, buenas tardes.